La humildad es una convicción sana de nuestros méritos, talentos y logros. En la vida de cualquier creyente puede existir un gran obstáculo para la humildad: el orgullo. Pensar en uno como superior a los demás es lo opuesto a la humildad de corazón que Dios nos pide que demostremos. El orgullo es engañoso, pues es posible que no lo reconozcamos. Aun más peligrosa es la persona que es orgullosa por dentro, pero aparenta ser humilde por fuera. Sin embargo, no podemos engañar a Dios.